domingo, 11 de mayo de 2008

El Trabajo Mata, pero que sea sin dolor.

¡Cuántas sensaciones diferentes produce el hecho de trabajar por necesidad!
Todavía recuerdo cuando, un verano de hace ya muchos años, le dije a mi madre:
-Mamá, me voy a Mallorca a hacer la temporada.
Ella intentaba convencerme de que lo que iba a hacer era una auténtica tontería. Pero yo quería comprobarlo por mi cuenta. Aún sabiendo en el fondo que ella tenía toda la razón. Tuve la suerte de no tener necesidad de trabajar y tuve las oportunidades que quise para estudiar. Las desaproveché casi todas.
Decidí marcharme a las islas siguiendo los pasos de amigo Sergio. Y, desde entonces, nunca me faltó el trabajo.
Con edad de estudiante y sueldo de currante la vida es muy generosa. Cuando mis colegas (la mayoría estudiantes) salían con cien duritos, yo salía con billetitos verdes e incluso marrones. Yo no tenía la presión de exámenes de diciembre, de febrero, de junio y de septiembre.
Más tarde vinieron cuatro años de desfases en Granada, siguiendo de nuevo a Sergio. Con la excusa de querer terminar los estudios me trasladé "a la ciudad enamorada, donde un día los dioses me envidiaron" (Antonio Gala).



Vivir en Granada con dinero y con 21 añitos es casi mejor que llamarse Borbón de apellido. Pero los sueños, sueños son.
Eso era bonito. Ligaba, salía, entraba, dormía poco, comía lo necesario, trabajaba lo máximo...
Pero, ¿qué trabajos cosecha un joven de esa edad con C.O.U. como techo de sus estudios?. Pues, dependiente, camarero, en la cocina de algún bar, aguantando estudiantes borrachos, poniendo copas en una bar de Tango a progres amargados de la vida y a insultantes y prepotentes seguidores ultras de Gardel.
Cuando la magia granaina se agotó, pensé que era mejor una retirada a tiempo que una derrota. Pero ya era tarde.

Mi intención al volver a Sevilla era seguir trabajando lo suficiente para poder pagarme la matrícula y acabar de una vez la carrera de Historia. Pero, una serie de acontecimientos hicieron que eso fuera prácticamente imposible.
La mala suerte se cebó en mi. Primero, y es así de crudo, se nos cayó el techo de la casa donde vivíamos. Esto me obligó a salir de Sevilla y refugiarnos en Coria del Río, por aquello de ser más barato que la ciudad.





Segundo, con unos ahorrillos, que jamás debí tocar, monté a medias un bar con un amigo. La historia no salió del todo bien y sólo duró un año. Esta ha sido la peor experiencia laboral que he tenido y supuso tocar fondo en muchos aspectos vitales.
A partir de ahí, intenté remontar el vuelo. Un punto de inflexión fue sacarme el carné de conducir antes de volver a empezar a buscar trabajo. Reconozco que el coche te abre mundos y puertas.
Gracias a darle clases de inglés al gerente de una empresa de transportes, la estabilidad laboral ha llegado a mi. Primero, cogiendo cajas de cerveza en un almacén (a mano), después moviendo esas cajas con una máquina y, por último, moviendo esas cajas informáticamente desde una oficina.
Ya sé que puedo parecer un desagradecido, pero esto no es lo que yo esperaba del mundo laboral.
Yo esperaba que me dejaría tiempo para viajar, dinero suficiente para cubrir necesidades y darte algún lujazo. Pero no es así.
Ahora soy yo el que envidia a esos amigos estudiantes, que ya no lo son. No es la norma, pero muchos de ellos tienen ahora unos trabajos bien remunerados, viajan casi cuando les apetece y tiene tiempo para poder hacer un grupo de música o pasar el fin de semana escalando en los montes de Tarifa.





Mi estabilidad es ficticia. Es a cambio de renunciar al tiempo libre, a cambio de tener que tragar por miedo a perder un puesto fijo y tener que empezar desde cero otra vez a buscar trabajos sin cualificar.
No quiero esa supuesta estabilidad. No me arrepiento de nada de lo que he hecho. Pero sí que he decidido que voy a intentar optar a un mejor puesto de trabajo, en el que mi tiempo esté por encima de la empresa. En el que mi preparación me permita exigir. Gracias al apoyo que me han dado Iñaki y Virtu, ojalá pueda deciros en unos meses que he entrado en el despacho de mi jefe actual y le he puesto en su mesa un papel de estraza con 2 morcillas y le he dicho: Que te den....